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En verdad todos somos espejos unos de los otros. Para alcanzar esta percepción, hay que tener en cuenta que no existe una línea divisoria entre “afuera” y “adentro”, sino que todo está unido, y lo que nos sucede es un reflejo de nuestra realidad interna. Por eso si tú cambias, todo cambia en tu mundo, literalmente.
El más claro espejo de lo que sentimos, pensamos y hacemos podemos encontrarlo en las personas que nos rodean. Cada una de ellas refleja un aspecto de nosotros mismos, aunque es necesaria la honestidad con uno mismo para reconocerlo.
Aquello que admiras en los demás, lo reconoces y aprecias porque tú también lo llevas dentro. Puedes hacer la prueba: fíjate en una persona que te encanta, y descubre qué características te atraen en ella. Luego deja de lado todo lo que te han dicho acerca de cómo eres o cómo deberías ser, y observa: ¿puedes ver esos talentos y cualidades dentro de ti? Si pones a un lado tus juicios y críticas y te aceptas a ti mismo, verás que es así, aunque quizás esas cualidades estén latentes, esperando a que las reconozcas para entonces desarrollarlas. De este modo, esa persona quizás sea un espejo de tu futuro.
Lo mismo sucede con aquellas personas que nos producen un fuerte rechazo. Si eres honesto contigo mismo y apartas lo que piensas que es admisible o censurable, verás que aquello que no te gusta de alguien es una característica tuya que juzgas y no aceptas. El camino entonces es aceptar aquello que juzgabas, amarte a ti mismo también con aquello. ¡Y muchas veces reírse de uno mismo opera verdaderas maravillas!
Entonces el otro ya no te fastidia, simplemente ha hecho el papel de espejo, y puedes sentirte agradecido por la ayuda que, sin proponérselo, te ha brindado.
Sin embargo esto tiene muchos matices. Si eres una persona amorosa y llevas la armonía a todas las situaciones de tu vida, por ejemplo, y de repente aparece en tu realidad una persona conflictiva, quizás esa persona esté reflejando sólo una parte de ti que pertenece al pasado, y que ya no corresponde con quien eres ahora. En ese caso, quizás la lección sea poner límites, o por amor a ti mismo alejarte de ella, con perdón y desapego.
Otra posibilidad es elegir conscientemente que ella no te afecte, y enviarle tu Amor y comprensión, pues es probable que esa persona actúe así por no amarse a sí misma lo suficiente. Entonces también puedes sentir gratitud, pues el otro te está dando la oportunidad de ser aún más amoroso y compasivo.
De este modo vamos descubriendo que en realidad “el otro” no existe. Sólo existe la Unidad, y cada persona es una parte de nosotros mismos que anhela el Amor, la paz, la armonía y retornar a la Unidad olvidada o perdida.
© Enriqueta Olivari. Se pueden reproducir los contenidos, pero citando a la autora y el sitio: www.sanatualma.com