Una amiga me sugirió hace poco escribir un post sobre la
reconstrucción de vínculos con nuestra pareja. No presté mucha atención
cuando me lo comentó pero últimamente lo he escuchado resonar a mi
alrededor. En la consulta y fuera de ella. Así que ahí va.
A veces por razones ajenas a nosotros mismos creamos vínculos con
otras personas sin detenernos a pensar en lo qué estamos haciendo, qué
necesitamos y qué esperamos de la otra persona. Pueden pasar cosas muy
dolorosas que hacen que el vínculo que pensábamos que nos unía a esa
otra persona se destruya.
Pasamos un periodo de indecisión sumergidos en una vorágine de
emociones que a veces nos permiten dormir y otras nos cuesta la noche en
vela.
¿QUÉ
HACER EN ESTOS CASOS?
Lo primero de todo es reflexionar con nosotros mismos y preguntarnos
si de verdad creemos que merece la pena recuperar y mejorar lo que
teníamos con la otra persona. Esta etapa es tan complicada como el daño
que se haya generado en la otra parte.
Necesitamos tiempo. Ser pacientes y no dejar que nuestras emociones dominen la situación.
Si tras ese tiempo decidimos abandonar la reconstrucción del vínculo
pasaremos un periodo de emociones negativas, incluso de duelo hasta que
volvamos a estar bien con nosotros mismos.
ROMPEMOS
EL VÍNCULO. DESAMOR.
Desde la psicología, los teóricos equiparan el desamor a un duelo y como tal tiene su propia evolución y sus propias fases.
Aunque puede haber diferencias personales, este período está constituido por tres etapas: la primera, que es la más cercana a la ruptura, se vive con gran tristeza, llegándose a culpabilizar por la ruptura.
En la segunda fase, empiezan a salir los rencores y entonces es “el otro” el que vemos como el culpable único de la ruptura.
En ninguna de estas dos fases, que a veces se alternan, se ve la realidad tal y como es.
Con el paso del tiempo llega la tercera fase, las emociones se
tranquilizan y vemos las cosas de una manera mas objetiva, llegando a
entender los motivos de la ruptura. Uno se va sintiendo cada vez más
independiente, menos triste, menos resentido y va encontrando nuevas
formas de disfrutar. Es el momento de recuperar a los amigos, quizás
algo abandonados, de volver a las aficiones o de crearse otras nuevas.
Poco a poco la herida se va cerrando y uno vuelve a recuperar la
confianza en sí mismo, abriéndose a nuevas relaciones.
RECONSTRUCCIÓN
DEL VÍNCULO.
En cambio, si elegimos intentar reconstruir el vínculo pasaremos por
una dura etapa en la que la honestidad, la confianza y el respeto deben
ser las protagonistas.
Las relaciones de pareja que requieren compromiso pueden destruirte o
hacerte mejor persona. Que pase una u otra cosa depende en última
instancia de uno mismo. Ninguna relación adulta está expuesta a tantas
situaciones difíciles como las relaciones de pareja pues en esta, hay un
enfrentamiento permanente con las necesidades, deseos y expectativas de
otra persona lo que conlleva crisis necesarias a lo largo del tiempo.
Estas crisis destruyen normalmente las malas relaciones, demasiado
débiles, desgastadas o neuróticas y refuerzan por otro lado las que
tienen de base madurez psicológica, responsabilidad y compromiso.
La
ruptura de un contrato, un acuerdo explícito o implícito, por parte de
uno de los miembros de la pareja deriva en una crisis o situación
difícil. Al romperse el contrato se pone en cuestión la confianza
dañando la relación.
El pacto dentro de una relación debe crear un ambiente de seguridad
que poco a poco se convierta en intimidad. Ambos elementos, la seguridad
y la intimidad, son necesarios para la evolución y supervivencia de la
pareja. La intimidad nos permite desnudarnos emocionalmente, libre de
juicios y rechazo, y se construye a medida que crece la confianza y
donde hay aprecio y respeto.
Cuando la pareja permanece junta y desea reparar la crisis, es cosa de ambos aceptarse y perdonarse para transformarse.
¿CÓMO
PODEMOS RESTABLECER LA CONFIANZA?
Pues ello requiere de voluntad, creatividad y constancia. Los
expertos en terapia de pareja aconsejan la vivencia del siguiente
proceso.
En primer lugar hay que expresar las emociones negativas como las de
rabia, tristeza e ira. No solo con la propia pareja sino con nuestros
familiares y amigos. Una vez hecho esto, es recomendable indagar acerca
del por qué se está viviendo esta situación.
Debemos investigar conjuntamente las causas del daño ocasionado para
reparar las heridas, pero también para evitar que la situación se vuelva
a repetir.
Finalmente, una vez descubierta las causas, si se quiere y se puede,
se resuelven los problemas que se han descubierto (como pueden ser por
ejemplo un problema en la comunicación, desconfianza o problemas
emocionales de alguna de las dos partes).
Si ambos miembros de la pareja deciden recorrer juntos este proceso
las heridas de la persona dañada y el sentimiento de culpa de la otra
parte desaparecen dando paso a la confianza y a la seguridad dentro de
la relación. Y la calidad de esta tenderá a ser incluso mejor que antes
de la crisis situacional. Cuando la pareja perdona es capaz de
recuperar el sentido del humor, de sostener buenos momentos juntos, de
dar y recibir, sabrán como demostrarse afecto y aprecio mutuamente, y es
en ese momento cuando pueden considerar que lo han logrado.
Todo fluye. Todo cambia. Nada permanece. (Heráclito de Efeso)