Como deciaría
como madre no creer en esas etapas.
Sino tener
siempre hijos que valoren, respeten y amen.
No es cuestión
de enseñanzas, es cuestión del corazón.
Del verdadero
amor que emana a la persona que te trajo al mundo.
Del valor
del amor que nace de un corazón puro y agradecido.
Que en
ese corazón el respeto y acompañamiento emerge por la calidad del espíritu que
tiene y no porque se le enseño algo.
Eso es
porque el espíritu es la fuente del amor y la gratitud.
Sería tan
diferente la existencia si en los hogares los hijos valoraran verdaderamente al
ser que los atiende, ayuda y ama con el servicio.
Muchas
madres servimos dándoles de comer, que tengan un hogar en donde se sientan
confortables de acuerdo a su nivel económico, y que vela por ellos cada día,
hora y minuto.
Sería
otra forma de vida que los hijos de cualquier edad, realmente valoraran a ese
ser que se ha dedicado a amarles de diferentes formas.
Si los
hijos existen, es porque fueron atendidos cuando fueron bebes, cuidados en sus
enfermedades, alimentados y vestidos. Eso es amor y no simplemente una
obligación como la ley, la sociedad y las escuelas quieren enseñar.
Esos cuidados
provienen del corazón y del servicio.
Se debe
valorar a ese ser que te ha dado el confort con el que vives, para que tu un
día puedas salir adelante y disfrutar e la vida, no desde la necesidad, sino
desde una plataforma de amor.
Los hijos
que pueden ver y valorar a esa madre, la madre ha sido bendecida de muchas
formas.
Esa madre
tiene el regalo no solo de tener a sus hijos, sino la alegría de tener en su
familia corazones agradecidos, llenos de amor y luz.
Podríamos
ser sociedades diferentes si los hijos fueran agradecidos, eso habla del espíritu
que ellos, los hijos portan en sus corazones.
