Sobre la influencia de las tormentas
solares en la psicobiología humana, los neurotransmisores que secreta la
glándula pineal, el simbolismo del tercer ojo, su relación con el Sol y el
misterio del Ojo en la Pirámide
La relación entre la glándula pineal y el
Sol es un emblema de la relación entre el hombre y el cosmos. Probablemente uno
de los ejemplos más estimulantes y significativos del principio hermético más
citado en el ámbito de la esotérica: “cómo arriba, es abajo” (la holofrástica
de la existencia). Un principio de correspondencia que pese a ser el fundamento
cognitivo de la “ciencia” antes de la ciencia, es decir de los padres de la
ciencia (de personajes como Paracelso, Giordano Bruno y el mismo Isaac Newton,
quien hizo una traducción de la Tabla Esmeralda), ha sido relegado al terreno
de la superstición o del pensamiento mágico; relumbrando herejía en la
estructura racional de la mente científica. Sin embargo, hoy en día tenemos
evidencia “científica” que sugiere convincentemente que el cosmos –”el mundo de
las esferas”—tiene una influencia en la psicobiología humana. Y la clave para
entender esta “influencia”, no ya sólo desde el plano simbólico de la
astrología, es la glándula pineal, ese gran misterio de la psique.
Este acercamiento a este enigmático tema
–sin duda una de las vetas centrales del misticismo humano—viene a colación de
las recientes solares que han estado arribando al planeta con renovada
intensidad, como generalmente ocurre en julio, pero marcando esta vez una
especie de despertar dentro del ciclo de 11 años de nuestra estrella central.
La posibilidad de que nuestro estado de ánimo e incluso nuestro estado de salud
general se vea afectado por una emanación de partículas energéticas en el Sol
hace algunos años les habría parecido como una aberración o un anatema a la
mayoría de los científicos; hace cientos de años, les habría parecido como algo
completamente natural e ineludible. Hoy en día algunos estudios, y sobre todo
un entendimiento del funcionamiento de los campos magnéticos y de la glándula
pineal, muestran claramente que las llamadas tormentas solares inciden en
nuestro estado de ánimo y en nuestro comportamiento.
EL EFECTO DE
LAS TORMENTAS SOLARES EN TU CEREBRO
El prestigioso sitio de divulgación
científica New Scientist publicó hace 4 años un artículo en el que se citan una
serie de estudios que investigan la relación entre las tormentas solares, el
geomagnetismo y el comportamiento humano. Particularmente interesante es el
trabajo del científico ruso Oleg Shumilov, quien, partiendo de la premisa de
que muchos de los animales son sensibles a los campos magnéticos (¿y por qué no
el ser humano?), investigó la afectación del geomagnetismo en la psique humana.
Shumilov correlacionó datos de la actividad geomagnética de 1948 a 1997 y
descubrió que durante los picos de actividad, de marzo a mayo, en julio y en
octubre –detonados por tormentas solares– había un incremento paralelo en el
número de suicidios en la ciudad de Kirovsk (un estudio en Australia y otro en
Sudáfrica replicó el hallazgo de Shumilov).
Otro estudio, realizado por Michael
Rycroft, ex director de la Sociedad Europea de Geociencias, encontró una
correlación entre perturbaciones cardiovasculares y perturbaciones
geomagnéticas. Según Rycroft, problemas de salud geomagnéticos afectan hasta al
15% de las personas (así que tal vez tú seas una de ellos, por si querías
descubrir el algoritmo de causas y efectos que determinan tu estado de salud
actual).
Tal vez no sea la Luna (o por lo menos no
sólo ella), también magnética, la que nos altera las hormonas y desquicia. Un
estudio publicado en el British Journal of Psychiatry (todos estos estudios
pueden ser consultados en el link a New Scientist) muestra un incremento del
36.5% en hombres admitidos a un hospital por depresión en la semana posterior a
una tormenta geomagnética.
¿Cómo es que estas llamaradas solares,
también responsables de los sublimes fuegos de plasma de las auroras, nos
afectan tanto? Al parecer se debe a que alteran nuestra producción de
melatonina, un neurotransmisor que se produce en la glándula pineal,
responsable de regular nuestros patrones de sueño y biorritmos. Según la
psiquiatra de la Universidad de Columbia, Kelly Posenr, la actividad geomagnética
puede “desincronizar los ritmos circadianos y la producción de melatonina”.
La glándula pineal es una glándula
endócrina que yace entre los dos hemisferios cerebrales, a la altura del
entrecejo. Aunque no se conoce bien a bien su funcionamiento –hasta hace poco
más de 50 años se pensaba que era un excedente de la evolución sin una función
determinada, acaso solamente el centro de numerosas especulaciones. Hoy sabemos
que por lo menos produce melatonina, una hormona cuya producción se ve afectada
por la luz. La oscuridad, por ejemplo, hace que se secrete melatonina –y es por
esto que nos es más fácil dormir en la oscuridad (pero en realidad diferentes
longitudes de onda de luz hacen que se secrete melatonina en diferentes
frecuencias). Esta hormona juega un papel también en el trastorno afectivo
estacional (“la depresión invernal”); interactúa con el sistema inmunológico,
tiene propiedades de antienvejecimiento y sirve como antioxidante.
Si bien es importante recalcar que para la
ciencia actual la glándula pineal es todavía una región relativamente
inexplorada, sabemos que contiene vestigios de una retina y parece operar como
transductor magnético. Las células pinealocitas en muchos vertebrados
no-mamíferos son similares a las células de la retina (algunos reptiles cuentan
con un tercer ojo parietal fotosensible que les permite usar al Sol como
compás; las aves son capaces de “ver” el campo magnético a través de fotore… ).
Algunos científicos creen que las células pineales en todos los vertebrados comparten
un ancestro evolutivo en común con las células retínales (no es quizás
casualidad que la glándula pineal históricamente sea identificada con “el
tercer ojo” o con un ojo dormido, literalmente parece que es un tercer ojo
dormido).
Aunque las producción de melatonina en la
glándula pineal podría estar determinada por una conexión con los nervios
ópticos, es interesante explorar la posibilidad de que esta pequeña glándula en
forma de cono de pino tenga, en sí misma, una cierta capacidad fotoreceptora y…magnetorecpetora.
Recientemente se ha descubierto la presencia de minerales ferromagnéticos (es
decir que pueden actuar como magnetos) en la glándula pineal. Un estudio
realizado en la Universidad de Ben Gurion, en Israel, encontró la presencia de
microcristales de calcita en la glándula pineal. Los autores del estudio
señalan que “estos cristales podrían ser responsables de una transducción
biológica electromagnética”, lo que es sugerido por su “estructura y
propiedades piezoeléctricas”. ¿Son estos minerales los que interactúan con los
campos geomagnéticos producidos por la lluvia de fotones del Sol que choca con
la atmósfera de la Tierra?
Por otro lado, el Dr. Andrew Nichols ha
determinado una correlación entre la actividad geomagnética y la perececpión de….
LA
PERCEPCIÓN DEL SOL INVISIBLE
Hasta ahora hemos visto, desde una
perspectiva científica, que la glándula pineal, a través de una sensibilidad
–no del todo entendida– a los campos magnéticos, convierte la luz del sol en un
determinado estado mental. Aquello que se genera a millones de kilómetros de
distancia en la corona de una estrella acaba siendo parte de nuestra modulación
psíquica (el Sol se convierte en tus pensamientos). Esto, a grandes rasgos,
parece ser un razonamiento científicamente intachable. Esto de manera más
sutil, es justamente lo que la filosofía mística (o ciencia oculta) lleva
diciendo miles de años.
Si bien el descubrimiento de la afetación
psicobiológica a los fenómenos astronómicos es una incipiente, y aún
controversial, línea de estudio en la ciencia moderna, antiguamente incluso se
tenía una disciplina específicamente dedicada a estudiar la patología humana y
su relación con eventos astronómicos y movimientos planetarios (más allá de la
astrología): las iatromatemáticas
Que la glándula pineal podía ser un órgano
para percibir una luz invisible (un campo magnético, por ejemplo) fue
claramente atisbado por el pensamiento védico. En los Upanishads se habla del
ser humano como una entidad compuesta por 10 puertas. Nueve de ellas (los ojos,
las fosas nasales, los oídos, la boca, la uretra, y el ano) llevan hacia fuera,
a la percepción del mundo exterior. La décima puerta, el tercer ojo (ubicado en
el ajna chakra, en el entrecejo, en el caso de Shiva, entre una guirnalda de
serpientes) es el puerto de acceso a los mundos interiores (al decir interiores
la referencia es a las habitaciones interiores de la mansión de la mente de
Dios, donde yacen los mundos superiores, las dimensiones astrales). El tercer
ojo es siempre, a través de diversas culturas, la apertura divina –la visión
holográfica– dentro del ser humano.
En el Bhagavad Gita se habla de la apertura
de esta puerta en el momento cúlmen:
Aquel que en el momento de la partida no
distrae su mente y su amor, estando en el Yoga (en fusión con Ishvara [el Sol
detrás de la oscuridad], con el Dios Creador, la Conciencia Primordial), quien
abre el pasaje de energía entre los ojos – aquel obtiene el más Alto Espíritu
Divino.
Según la filosofía vedántica advaita, el
ser humano proyecta sus propios atributos en el Brahman, el supremo espíritu
cósmico, de suyo inconmensurable. La aparición del infinito Brahman en la
finita mente humana es conocida como Ishvara, también representado en el
Bhagavad Gita como el Sol. De aquí es posible extrapolar una relación
intrínseca en la recurrente representación de la divinidad como el Sol en la
mente humana, de la luz como lo divino.
La evolución religiosa de esta relación
entre la glándula pineal y el Sol (una relación del hombre como imagen de Dios)
tiene un claro hito en Egipto. Aquí tenemos una serie de repersentaciones que
parecen indicar que los egipcios tenían conocimientos de la glándula pineal
asociados con un tercer ojo, u ojo espiritual. Por una parte tenemos la
representación como un ojo único de Horus, el dios del Sol, hijo de Osiris e
Isis (“el hijo del nuevo eón”) y como tal símbolo de la fusión de los opuestos
–al igual que la glándula pineal yace en el centro del cerebro, entre los
hemisferios y entre los dos ojos. Este símbolo parece haber evolucionado en el
símbolo cristiano del Ojo de la Providencia (recordemos que Cristo es un avatar
arquetípico de Osiris) y en el masónico del Ojo en la pirámide destruncada (el
Ojo que Todo lo Ve). Ahí mismo tenemos el báculo de mando de Osiris, en el cual
aparece un cono de pino con dos serpientes entrelazadas. Sin duda uno de los
símbolos más poderosos de la historia, evocando el conocimiento, la medicina y
la alquimia –quizás en un preclaro atisbo, justamente a través de la visión
interna, del ADN—y posiblemente también a la serpiente kundalini (una conexión
entre Shiva y Osiris), la energía vital que se eleva desde los genitales hasta
el trecer ojo y la coronilla, a su paso encendiendo y depurando los centros
energéticos.
El cono de pino al parecer es un símbolo de
la glándula pineal, activada a través del encauzamiento de la energía
kundalini. La forma conífera de esta glándula hizo que se le llamara “pineal” o
relativa al pino, según fue acuñado por el médico griego Galeno. La presencia
del cono de pino puede observarse en el báculo del Papa y en la misma Plaza de
San Pedro, donde una inmensa estatua de cono de pino está rodeada de unos
pavorreales (aves relacionadas con la divinidad en Egipto). Estos dos símbolos,
el cono de pino y el ojo en un triángulo, aparecen en numerosas iglesias y
templos alrededor del mundo. Por ejemplo, en la Catedral de la Ciudad de México
puede observarse el Ojo de la Providencia en más de un altar y en los motivos
pineales, que para el observador incauto podrían confundirse como meras
decoraciones, en la estructura de la nave. Aunque también habría que decir que
en la espiral que forman los conos de pino se ha observado la secuencia
Fibonacci y la proporción del número áureo, así que además de esta connotación
esotérica, tiene una armonía estética que podría atraer sin la necesidad de una
significación oculta.
Es curioso que el padre del racionalismo
–esa filosofía eminentemente atomista y dualista–, Rene Descartes, haya
entrevisto, en lo que para sus críticos fue un delirio, un centro unitario
espiritual en el cerebro humano. Descartes famosamente designó la glándula
pineal como el asiento del alma. La paradoja es doble, el hombre que concibió
el racionalismo (después de un revelador sueño) usó lo que a la postre parece ser
más la intuición que el pensamiento racional para ubicar el tercer ojo. En
todos los demás sitios Descartes encontraba la dualidad, menos en esta glándula
pineal, la cual describió como una flama pura que era llenada por espíritus
animales y la cual integraba la percepción humana. Este “gran error” de la
anatomía filosófica de Descartes hoy en día parece como un destello de genio.
No pretendemos aquí comprobar la existencia
del alma humana o que ésta se encuentra en la glándula pineal; sí buscamos
formar conexiones significativas que inspiren a la exploración del simbolismo y
del sentido de nuestra vida dentro del misterio. En este espíritu es
interesante traer a colación el trabajo del Dr. Rick Strassman, una de las
pocas personas que ha podido realizar estudios con dimetiltriptamina (DMT), una
poderosa molécula de acción psicodélica que, según este médico de la
Universidad de Nuevo Mexico, podría ser secretada por la glándula pineal y
podría ser responsable de detonar lo que se conoce como experiencias cercanas a
la muerte. Hay que enfatizar en que, pese a lo que a veces se dice, Strassman
no ha probado que la glándula pineal genere DMT o que el ser humano lo secrete,
muy similar en su composición a la serotonina, en el momento de su muerte. Sin
embargo, Strassman sugiere que la glándula pineal cuenta con todos los
precursores necesarios para generar DMT y es el asiento lógico de esta
sustancia que por otro lado, como la melatonina, parece tener una relación con
la generación de vívidas imágenes oníricas, parafraseando a Shakespeare, parece
ser la “sustancia de la que están hechos los sueños”.
Curiosamente la ayahuasca, “la viña de los
espíritus”, está compuesta de dos plantas que parecen tener alcaloides que son
secretados de manera natural en la glándula pineal. Por una parte la chacruna,
la planta que contiene DMT, y por otro lado la liana Banisteriopsis caapi, que
contiene alcaloides conocidos como beta-carbolinas, los cuales actúan como
inhibidores de la monamina oxidada y hacen activo el DMT vía oral. Alcaloides
beta-carbolinas como la pinolina y la triptolina se forman en la glándula
pineal de manera natural. Chamanes y sanadores que utilizan ayahuasca sostienen
que sus visiones no son alucinaciones, ¿acaso esto se debe a que químicamente
se consigue activar el tercer ojo en la glándula pineal?
Esta relación entre los espíritus y la
glándula pineal tiene otra conexión, que para algunos podría ser solo una
casualidad, pero que para otros apunta a que lo que decía Descartes podría ser
una inesperada verdad metafísica. En los textos del Bardo Thodol (o Libro
Tibetano de las Muerte) se dice que el alma reside en el mundo intermedio (en
el bardo) por 48 días y en el día 49 reencarna en el feto humano. Aparentemente
la glándula pineal puede ser detectada el día 49 en el feto humano, más o menos
el mismo tiempo al que se puede observar por primera vez los genitales de un
bebé. Esto ha sido tomado, de manera especulativa y sin base científica, como
una especie de guiño de que es a través de la glándula pineal que el alma –o
aquella porción divina que posee al cuerpo—entra al mundo. De cualquier manera
merece una investigación más profunda.
Buena parte de las prácticas de meditación
que conocemos, inundadas sin duda de la filosofía new age que transforma las viejas
tradiciones en cómodas versiones pop que se ajustan a nuestra idiosincracia
moderna occidental, se centran en la activación o al menos en la
concientización de la glándula pineal (tercer ojo). Proliferan dietas,
audiocassettes, canalizaciones, aparatos cuánticos y demás parafernalia
ritualística dedicada a este “santo grial” (o micro star gate) de la conciencia
humana (algunos incluso aseguran activar tu glándula pineal por solo $9.99). Se
habla al mismo tiempo de una supuesta conspiración mundial para mantener esta
glándula en un estado de sopor masivo. Y ciertamente la mayoría de las personas
adultas tienen la glándula pineal calcificada –algo que ha sido observado
tempranamente en niños de hasta 2 años. Dentro de la teoría de la conspiración
se cree que esto se debe al flúor que se utiliza en las pastas de dientes y que
se ingiere en el agua potable de las ciudades –algo que aparentemente sería
hecho de manera intencional por los Iluminati (¿quién más?) dueños celosos del
secreto del Ojo que Todo lo Ve, para negar a las masas el poder de una glándula
pineal sana (percibiendo el rostro verdadero) y activa en un mundo
fantasmagórico, más allá de la ilusión de Maia-Matrix. No ahondaremos sobre
este tema, harto complejo y pantanoso, que suele caer en la más obtusa
paranoia; el lector puede aventurarse por su cuenta.
La pregunta fundamental es si el tercer
ojo, ubicado en la glándula pineal, esa puerta solar secreta en el cerebro
humano, es solamente una metáfora de la iluminación (y de la aniquilación de la
dualidad) o verdaderamente un órgano en estado de duermevela que puede
activarse a través de ciertas técnicas arcanas y de una correcta interacción
con la energía electromagnética que proviene del cosmos en la forma de fotones
(la partícula que no tiene antipartícula, unidad cuántica de la información en
su estado puro e indeterminado). Muchos de los grandes místicos de la historia
de la humanidad han hablado metafóricamente de la iluminación haciendo
referencia a un ojo que percibe lo que yace velado y que desencadena un cambio
sustancial en la conciencia orgánica.
En el evangelio de Mateo (6:22) se dice “La
luz del cuerpo es el ojo; de esta forma a si tu ojo es uno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz”.
Se le atribuye a Buda haber dicho “Oh
hombre de nobleza, recuerda el cielo puro abierto de tu naturaleza verdadera.
Regresa a él. Confía en él. Es tu hogar”, lo que se interpreta como una
metáfora de la (re)apertura del tercer ojo –también simbolizado como una perla
de luz azul.
William Blake en su poema Augurios de
Inocencia, donde también describe un fractal (un mundo en un grano de arena)
también habla sobre este misterioso ojo: “We are led to believe in a lie, when
we see not though the Eye”. Una mentira nos guía cuando no percibimos con el
Ojo, el Ojo que nació “cuando el alma dormía en rayos de luz”. ¿El Ojo que ha
sido secuestrado por fuerzas oscuras?
Sir Thomas Browne lo evoca tangencialmente
en una frase que siempre me ha parecido hermosa y enigmática: “Life is a pure
flame and we live by an invisible sun within us” (“la vida es una flama pura y
vivimos como por un sol invisible dentro de nosotros”). Ese sol invisible, en
una interpretación libre, debe de ser el ojo secreto que participa en la luz
divina.
Una última pincelada de esta relación entre
el ojo y el Sol, según los Brahma Sutras, cuando un hombre es llevado más allá
de la muerte “la palabra se convierte en fuego e ilumina, la respiración se
convierte en viento y purifica, y el ojo se convierte en el Sol y arde”.
El misterio está cifrado en el lenguaje de
los símbolos. La trinidad entre el Ojo, el Sol, y Dios es uno de los andamios
simbólicos más profundos y enigmáticos. Podemos hablar mucho sobre esta
relación y hasta encontrar destellos poéticos de iluminación verbal, pero no
estaríamos más que rodeando una representación, sembrando un laberinto. Si
queremos comprender el secreto de este misterio, tendremos que probar con
nuestro propio cuerpo abrir ese ojo interno. Todo lo demás será solamente
reciclaje metafísico en torno a un espejo, donde hay un ojo atrapado que no
puede mirarse a sí mismo. O donde alguien cuenta una historia sobre una
supuesta sociedad secreta que se hace llamar “los Iluminados”