La vida es tan
efímera que es imposible no darse cuenta.
Pasan los
padres, bebes, adolescentes, amigos que amamos, parejas que creímos nunca
dejar, situaciones y en general todo.
Lo que
prevalece y prevalecerá es lo que sentimos.
Aun, cuando hayas amado mucho a alguien y consideres jamás olvidarlo.
Aun, cuando hayas amado mucho a alguien y consideres jamás olvidarlo.
El tiempo
pasa, te pone de nuevo frente a esa persona y con asombro te das cuenta que
todo ha cambiado.
La situación,
la persona, y el derredor.
Prevalece el
sentimiento.
El recuerdo.
Y el amor
que tuviste.
Es entonces
que el verdadero vivir no radica en la persona que amaste o el significado que
tuvo en tu vida.
Sino en el
recuerdo que te acompaña y prevalece.
Porque aun
amando mucho, quien ha sentido esa sensación, sentir y experiencia, has sido
tú.
La persona
que ha crecido a través de ese sentimiento eres tú.
Es por ello
que la vida radica en lo que sientes y no en las circunstancias que vives.
Al percatarte
de ello, decide estar en lugares en donde sientas lo que realmente quieres
vivir.
No te ancles
en situaciones y relaciones que no deseas que formen parte de tu existencia.
En tu sentir
radica tu vida y existencia.
Por ello es
que la vida es un sentir continuo.
Transformas la
vida, cambiando tu sentir.
Para ello
necesitar percatarte de tus sentimientos.
Nadie sentirá
lo que tú sientes, a pesar de que expliques y expliques tus acontecimientos.
Porque el
sentido de la vida radica en el sentir de tu existencia.
Única,
personal y tan maravillosa como tu hayas deseado ser en tu existencia.