Ratzinger visitaba a su camarero en la cárcel, condenado
por haber robado documentación secreta del Vaticano con un informático, que se mantiene
desaparecido, y que compromete a la secta católica en Blanqueo de dinero de la
mafia, Tráfico de drogas y Armas y Decenas de miles de escándalos de abusos sexuales,
explotación laboral y fraude económico en todos los países donde se halla
implantada.
La prensa fascista
vendió que Ratzinger perdonaba a su secretario, le amnistiaba y le enviaba a
casa. Y ahora, pocas semanas después, dimite, con razones tan increíbles como
ridículas cuando la gerontología le mantiene en mejor estado que a cualquiera
de sus centenares de antecesores. Miente, y todos lo sabemos.
Porque en realidad los
papeles sucios del Vaticano siguen en manos de sus sustractores, el camarero y
el informático, y son ellos quienes le obligaron a dejarle libre y ahora a
dimitir si no quiere su secta que esos papeles salgan a la luz o vayan a parar
a manos de los fiscales italianos que investigan sus conexiones con la mafia y
el blanqueo de dinero negro del narcotráfico, la prostitución y la venta de
armas.
O de las decenas de
organizaciones que investigan y han condenado con indemnizaciones mil
millonarias a miles de abusados, explotados, violados e incluso castrados y
asesinados.
Ratzinger no huye, lo
echan. Y no lo hacen las dos subsectas que dominan el Vaticano desde hace
décadas -Opus Dei y Jesuitas-, sumidas en la corrupción y lazos con el fascismo
político o las mafias criminales, sino dos jóvenes católicos de la confianza de
Ratzinger que se asquearon de la corrupción en la secta y decidieron tirar de
la manta.
Pederastas, crímenes,
violaciones, blanqueo de dinero negro y organización mafiosa: la herencia del
nazi Ratzinger